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¿Quién puede invertir en oro? La MiFID y el perfil del inversor

18 junio 2020
¿Quién puede invertir en oro? La MiFID y el perfil del inversor

Una de los argumentos más habituales para rechazar la inversión en oro y metales preciosos es el de la falta de conocimientos o experiencia en ese ámbito de la economía. “Eso es para ricos”, “no conozco ese mercado”, “temo que me engañen”, “¿y si pierdo mi dinero?” son las excusas más habituales. Sin embargo, existen inversiones para todos los perfiles y el oro es transversal en este sentido, ya que se puede adaptar a muy diversos tipos de inversor. En este post vamos a explicar cómo surgió esta clasificación y qué clases de inversor hay.

 

 

Hace no demasiados años, la palabra ‘inversión’ tenía una connotación elitista: era una actividad reservada a un grupo de iniciados, conocedores del funcionamiento del mercado y con una enorme capacidad económica.

Afortunadamente, con la ampliación de la cultura financiera de los ciudadanos, se ha ido popularizando este concepto y se ha ampliado su base hasta atraer a inversores que, hace unos años, habrían considerado impensable participar en esta actividad.

Con las reservas necesarias en cuanto a todo lo que se refiere a inversión (resumidas en dos expresiones, prudencia y sentido común), se puede decir existen diferentes inversiones que se pueden adaptar a prácticamente todos los niveles.

 

Riesgo vs Rentabilidad

 

Como ya hemos explicado en algún otro post del este blog, las dos variables que hay que tener más en cuenta (además del objetivo de la inversión y el horizonte temporal), son dos: el riesgo y la rentabilidad.

Se trata de dos conceptos que están directamente relacionados entre sí: cuanto mayor riesgo asuma un inversor con la elección de un activo financiero, mayor será también la rentabilidad que puede obtener.

Al revés, un inversor que opte por un activo de menor riesgo, verá como su posición conservadora provoca que la posible rentabilidad sea menor.

 

Balanza dolar y oro - riesgo y rentabilidad

 

Por lo tanto, la pregunta que se debe hacer cualquier inversor antes de plantearse su entrada en este mundo es la siguiente: “¿hasta qué punto estoy dispuesto a arriesgar mi dinero para obtener rentabilidad?”.

De la respuesta a esta pregunta depende la elección de los activos más adecuados: acciones o fondos de inversión en renta variable (más arriesgados, pero también con mayor rentabilidad), o productos más conservadores como la renta fija, bonos del Tesoro o metales preciosos de inversión.

 

El perfil del inversor

 

La democratización de las inversiones en las últimas décadas trajo consigo un problema, derivado de la falta de escrúpulos de determinados operadores, generalmente vinculados a entidades financieras, que ‘colocaron’ productos de riesgo a inversores que no estaban preparados para asumirlo ni tenían conocimiento de ello.

Aunque esta situación no comenzó con la crisis de 2008, sin duda fue cuando se puso de manifiesto y obligó a las autoridades a adoptar medidas. La presión a la que los bancos sometían a sus trabajadores para cumplir sus objetivos de venta, llevó a éstos a recomendar a clientes “de toda la vida” productos de complicado funcionamiento y no aptos para clientes inexpertos.

 

Graficas perfil del inversor

 

La primera década del siglo XXI fue testigo de prácticas tan dudosas en la banca como la comercialización masiva de productos como las participaciones preferentes, los swaps, productos estructurados, bonos islandeses

Se trataba de toda una gama de productos de inversión, de un elevado riesgo y con un complicado funcionamiento, ya que en muchos casos se trataba de una especie de apuestas a la evolución de un determinado activo o índice al que el producto estaba referenciado.

La presión comercial provocó que, en muchos casos, estos productos fueran vendidos a inversores conservadores, que nunca habían tenido relación con productos de riesgo.

Los abusos llegaron a tal punto que, a veces, los inversores creían haber contratado un depósito a plazo fijo o un producto garantizado, para luego descubrir con horror que su inversión se había esfumado porque el empleado del banco o caja de ahorros en el que habían confiado había depositado su dinero en un producto de riesgo que había ido mal.

Los tribunales de Justicia españoles se vieron sobrecargados de casos en esos años, fallando masivamente a favor de los clientes y en contra de las entidades, a las que acusaron de malas prácticas bancarias.

La jurisprudencia de aquellos años contribuyó a generar un concepto, denominado “perfil del inversor”, que trataba de determinar qué tipo de productos eran adecuados para cada cliente.

 

La MiFID y las categorías de inversores

 

Un gran avance en este sentido fue la llamada MiFID, siglas con las que se conoció a la Directiva Europea sobre Mercados e Instrumentos Financieros, que tuvo que recorrer un larguísimo camino desde su publicación, en mayo de 1993, hasta que comenzó su implantación efectiva en los países miembros, a partir de 2006.

En vigor hasta el 1 de enero de 2018, en que fue sustituida por la MiFID II, la Directiva sirvió para reforzar las medidas de protección del inversor, ante el mayor tecnicismo y complejidad de los productos financieros.

También impuso un importante número de obligaciones a los profesionales que asesoren y a sus respectivas entidades, garantizando que su actuación sea honesta y profesional.

En cuanto a los clientes, el objetivo de la MiFID es que entendieran el funcionamiento, nivel de riesgo y las posibles consecuencias de los productos financieros que contrataban.

 

Categorias de inversores MiFID

 

Para ello, la Directiva definía varios tipos de inversor, en función de su capacidad para soportar el riesgo, entendiendo como tal la posibilidad de no obtener el resultado esperado de una inversión:

  • Conservador: busca preservar su capital. Prefiere no perder que ganar, por lo que los productos más adecuados con las cuentas corrientes remuneradas y los depósitos a plazo fijo. Opta por las inversiones a corto y medio plazo, aunque tenga que sacrificar una mayor rentabilidad.

 

  • Prudente: busca rentabilidad pero asumiendo un riesgo mínimo. Se conforma con obtener una rentabilidad que supere la inflación, para no perder poder adquisitivo. Puede asumir los riesgos de productos de renta fija a incluso rentabilidades negativas, aunque no por mucho tiempo.

 

  • Moderado: busca una rentabilidad superior a la inflación y sus objetivos son más a medio y largo plazo. Puede soportar periodos con pérdidas durante más tiempo.

 

  • Dinámico: persigue un crecimiento de su patrimonio a largo plazo. Conoce bien los mercados y puede soportar periodos prolongados de pérdidas.

 

  • Agresivo: su objetivo exclusivo es aumentar el crecimiento de su patrimonio, con un horizonte temporal de muy largo plazo. No se ve afectado por las oscilaciones del mercado a corto y medio plazo.

 

Una vez que toman la decisión de invertir, estos clientes tienen que incluirse en alguna de las tres categorías, en función de la protección que les otorga la MiFID: minorista (que incluye a los inversores particulares), profesional y contraparte.

 

Tipos de productos

 

La MiFID también clasifica a los propios productos financieros, en función del riesgo que conllevan para los inversores. Existen tres categorías: Productos No MiFID, Productos MiFID No Complejos y Productos MiFID Complejos.

 

  • Productos No MiFID: incluye a todos aquellos productos sencillos que no se ven afectados por las regulaciones de la Directiva. Entre ellos están las cuentas corrientes, libretas a la vista, imposiciones a plazo fijo, depósitos a plazo de rendimiento variable con capital garantizado, planes de pensiones y seguros de ahorro.

 

  • Productos MiFID No Complejos: entre ellos están las acciones o renta variable; instrumentos del mercado monetario (pagarés, deuda pública); fondos de inversión y SICAV (excepto hedge funds); y cédulas hipotecarias.

 

  • Productos MiFID Complejos: incluyen la deuda subordinada; participaciones preferentes; fondos de inversión libre (hedge funds); derivados (futuros, opciones, warrants, caps, floors…); contratos financieros atípicos; seguros de cambio; y opciones sobre divisas.

 

Curiosamente, en toda esta clasificación de productos aptos y no aptos para inversores conservadores no se incluye ninguna referencia a los metales preciosos de inversión, que no están considerados entre las opciones establecidas en la MiFID.

De estar contemplada la inversión física en metales preciosos, estaría entre los Productos No MiFID, ya que su funcionamiento no entraña complicaciones para los inversores menos experimentados.

 

Oro físico, una inversión para todos

 

Por definición, el oro físico es una inversión al alcance de cualquier perfil: desde los inversores más modestos, que comienzan comprando unas monedas o pequeños lingotes proteger sus ahorros de la pérdida del poder adquisitivo, hasta los más profesionales, que complementan sus carteras de inversión con pequeños porcentajes de oro, que ejerce de protección y de elemento de diversificación.

 

Lingote de oro

 

En los últimos años han proliferado fórmulas imaginativas de inversión en oro, destinadas a atraer a perfiles más profesionales, como los ETF o los contratos de futuros.

Con estos productos evolucionados de oro papel conviene tener la misma prudencia que con los calificados como productos complejos por la MiFID, ya que su funcionamiento es muy diferente de la compra de oro físico y requiere de conocimiento del mercado.

Por ello, desde SEMPI Gold España promocionamos los modelos más sencillos de adquisición de metales preciosos: la adquisición directa de monedas y pequeños lingotes, a por medio de nuestra tienda online Mercado Español de la Moneda; y la compra programada de oro por medio de los distintos planes, con diferentes presupuestos y a varios horizontes temporales, que constituyen el rasgo distintivo de esta entidad.

 

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